Hoy voy a hablar de la observación, ese proceso tan básico y tan poco utilizado hoy en día.
La observación de la conducta de los demás y la observación de nuestro propio comportamiento.
Te propongo un experimento, pasa media hora del día observando a los demás: qué hacen, qué dicen, cómo se mueven, qué miran, qué escuchan, qué tocan,… Con ello obtendrás información sobre sus deseos, sus motivaciones y sus necesidades. Sólo observa, no juzgues, ni critiques, ni valores, ni des tu opinión, sólo observa.
¿Qué descubres? Fíjate bien, quizá descubras aspectos de la otra persona que antes no conocías, o por lo menos, no te habías parado a observar. Ahora, ponte en su lugar, ¿Cómo crees que se siente? ¿Por qué hace lo que está haciendo? ¿Qué le preocupa?… Contestando a estas preguntas favorecerás tanto tu empatía como la comunicación positiva con esa persona. Porque hay que tener una cosa clara desde el principio, sólo desde la observación puedo acercarme a los demás. Si no observo, no conozco y si no conozco no puedo relacionarme.
Ahora, pruébalo tú mismo: observa a tu hija de un año como explora lo que le rodea, observa a tu pareja como se relaciona con los demás, observa a tu hijo de quince años como estudia las lecciones, observa a tu compañero como realiza las tareas laborales, observa a tu abuela como cuenta historias de su juventud,… Observa y luego conecta con él o con ella desde la información que has obtenido con la observación. Y recuerda, sin juzgar, ni valorar, ni criticar,… Escúchale, atiende a sus necesidades, cuídale y ofrécele tu apoyo incondicional. Quizá haga las cosas de otra manera a como las harías tú. Pero… ¿quienes somos para decir cómo tienen que ser las cosas?
Te deseo un buen fin de semana.
Un saludo,
Inma T.